Escrit de Joan Martínez Alier per La Jornada (Mèxic)
Lo que no pensábamos
ver nunca, está sucediendo. Es
posible que España se convierta en un estado confederal si el Partido Socialista (PSOE) fuera
por esta vía con nuevos dirigentes y si
regiones grandes como Andalucía y Valencia la apoyaran. Pero parece más
probable que Euskadi y Cataluña se separen para ser nuevos estados de la Unión
Europea.
España está, tras la Transición del franquismo en 1975-78, en vísperas de una Segunda Transición impulsada por la
crisis económica y por otros asuntos mal resueltos. Entre ellos, la historia de
un pasado que algunos querían olvidar. Hay novedades en la revisión histórica, hay
muchos muertos o desaparecidos que recién están siendo contados por historiadores como
Francisco Espinosa. Hubo desaparecidos,
asesinados sin juicio, enterrados en fosas sin identificar, unas 130 000
personas en las zonas donde de entrada triunfó
el golpe militar y el fascismo en 1936. Hay también los asesinados judicialmente
durante o después de la guerra de 1936-39, como el presidente Lluís Companys en
Barcelona en 1940. Son otras decenas de
millares. Hay los asesinados en la zona republicana. Hay los muchos muertos de
la propia guerra, por operaciones bélicas y bombardeos. Nunca hubo una Comisión
de la Verdad. No hay cifras oficiales. Peor, permanece cerca de Madrid un
enorme y ofensivo monumento funerario a Franco, allí está enterrado. Tengo
amigos madrileños que están por manifestarse pidiendo, “catalanes por favor, no
nos dejen solos con los españoles”.
Hubo una falsa “reconciliación nacional” en 1975-78. Los
post-franquistas se dieron una auto-amnistía en el Congreso de Diputados, una ley de punto
final. El juez Garzón quiso reabrir esto. Él había perseguido a Pinochet y a militares argentinos pero nadie se atrevía
con los residuos del franquismo. Garzón
fracasó. Hace falta abrir las ventanas a la verdad histórica en una Segunda
Transición. Pronto el PSOE debería anunciar que la Transición de 1975-78 no fue
tan maravillosa como se dijo.
En 1978, cuando se consensuó la Constitución entre amenazas
militares y con el miedo de cuarenta años de franquismo todavía metido en el
cuerpo, se rechazó el derecho a la auto-determinación. Presentaron enmiendas el
diputado vasco Francisco Letamendía y
Heribert Barrera, de Esquerra Republicana de Catalunya. Quienes ahora se proclaman independentistas, como Jordi
Pujol, de Convergencia Democrática de Catalunya, en 1978 no defendieron el derecho a la
auto-determinación para incluirlo en la
nueva Constitución. Incluso votaron a favor de su artículo 8 que atribuye al Ejército garantizar
la unidad de España. Los nacionalistas catalanes seguidores de Jordi Pujol
decían en voz baja: “Avui paciència.
Demà independència”, es decir, prudencia, ganemos espacios, con el tiempo tal vez la independencia.
Son bienvenidos a la Segunda Transición pero que no den muchas lecciones. El
impulso en Catalunya ha llegado de la asamblea de municipios independentistas y
de jóvenes activistas de una asamblea de Cataluña de la sociedad civil como
Carme Forcadell (ex concejal de Esquerra Republicana en Sabadell).
La percepción de que parte de los impuestos pagados en
Cataluña no regresan (a diferencia de Euskadi, que goza del llamado “concierto
económico”) está ayudando a crear una situación nueva y emocionante: que Cataluña
pueda votar a favor de ser un nuevo estado de la Unión Europea, dentro del euro y con la normativa europea
como ley interna. El reforzamiento de
las regiones europeas era algo previsto por politólogos como Josep M. Colomer, a medida que los estados ceden competencias.
La crisis económica, en parte causada por la inacción ante la burbuja
inmobiliaria de economistas incompetentes como Pedro Solbes, ministro socialista del gobierno de Zapatero
quien entre 2003 y 2008 nada hizo por desinflar la burbuja, como Rodrigo Rato, del PP, que tampoco nada dijo
desde el Fondo Monetario Internacional, está siendo aprovechada por el PP para
pedir una más fuerte centralización. Dicen que los déficits presupuestarios de las
regiones se han desmandado y que hay que poner orden. Esa amenaza, que para
Euskadi casi no opera todavía, es real en Cataluña donde causa alarma y rabia, produciendo una
reacción inversa. Pero hay que entender que los movimientos independentistas de Cataluña y Euskadi tienen
historia y vida propia aparte de la crisis económica.
Sería excelente una Unión Europea de regiones o pequeños
estados, donde los grandes estados como Francia y Alemania perdieran fuerza,
donde los Laender alemanes se aliaran por separado en las discusiones de
políticas europeas con distintas regiones o pequeños estados europeos. Una
Europa de regiones o de estados pequeños y con un parlamento europeo más
poderoso es una vacuna contra el posible renacimiento del nacionalismo alemán
en un futuro distante.
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