(del debate en la lista de correo de economía ecológica de Bcn, 21/10)
Salud. 
He seguido esta línea de correos. Me interesa. Hay un movimento
    pendular desde lo visceral hacia lo abstracto. El debate sosegado
    aún no es posible porque la emoción es demasiado fuerte. Pero esta
    puede ser una etapa necesaria - previa - del debate, que a mi me
    gustaría llevar hacia la discusión de las posibilidades de un cambio
    político radical en la Península. 
Varios hechos y tendencias recientes apuntan al fin del sistema
    político surgido después de la muerte de Franco. La propia
    Constitución Española, considerada (oficialmente) el reflejo de la
    voluntad popular, fue enmendada por el Congreso de los Diputados,
    que antepuso el retorno de la deuda a la satisfacción de las
    necesidades básicas de la población. Está tocada de muerte por sus
    máximos defensores. La vía de encaje ensayada para con los pueblos
    con aspiraciones de autodeterminación - el estado de las autonomías
    - se vino abajo cuando la aspiración de uno de ellos de conseguir
    una mayor autonomía chocó con la negativa del Congreso y del
    Tribunal Constitucional. La vieja tensión entre recentralización y
    autonomismo se encendió y el auge del independentismo hay que
    entenderlo como resultado de este proceso histórico y sus tensiones,
    que ha dado lugar a un conflicto entre soberanías (dónde reside la
    soberanía y qué parlamento la representa). El sistema de partidos
    diseñado por la Constitución, con insuficientes mecanismos de
    control popular, ha mostrado toda su perversión con los recientes
    casos de corrupción asociados a tramas urbanísticas y privatización
    de servicios públicos. En el estado, la correlación de fuerzas del
    bipartidismo histórico se ha roto con la irrupción de Podemos. El
    rey ha abdicado antes de que la mayoría bipartidaria se rompa en las
    próximas elecciones. Por otro lado, el empeoramiento de las
    condiciones económicas de la mayor parte de la población ha dado
    lugar al crecimiento de movimientos y redes de intercambio
    explícitamente anti-capitalistas que aspiran a hundir otra de las
    patas sobre las que se sustentó el orden constituído: la economía de
    mercado. Estamos en los últimos años de la Transición. 
La cuestión es cómo va a ser este cambio y quién lo va a producir.
    En Cataluña los últimos acontecimientos apuntan a unas elecciones de
    carácter plebiscitario que llevarían a una declaración unilateral de
    independencia amparada por la comunidad internacional. La única
    forma de evitarla es a través de una intervención armada y una
    represión legal de líderes políticos y de la sociedad civil
    organizada. En realidad, la única manera de evitar la independencia
    era a través del referéndum del 9N, donde una sencilla campaña en
    favor del No, con argumentos basados en el miedo a perder los
    privilegios de formar parte de la UE y a la inestabilidad de los
    mercados, habría bastado para movilizar definitivamente a los
    indecisos en favor de mantener la unión. Paradójicamente, el enroque
    extremo del poder ejecutivo y judicial estatal crea las condiciones
    para su destrucción. En 2015 se prevén elecciones estatales, donde
    la irrupción de Podemos - favorable a consultar a los catalanes si
    quieren continuar formando parte del estado español - puede acabar
    con la mayoría radical-constitucionalista en el congreso. En
    primavera hay elecciones municipales en Cataluña. Si estas no son
    ofuscadas por las elecciones plebiscitarias, muy probablemente van a
    dar lugar a la emergencia de candidaturas rupturistas, en algunos
    municipios lideradas por CUP, en otros por Procés Constituent y en
    otros - como la importante Barcelona - por Guanyem. En el Parlamento
    catalán se entrevé un bloque secesionista con tres orientaciones
    políticas (derecha liberal y conservadora, socialdemócrata, y
    izquierda anticapitalista) y un bloque unionista con
    socialdemócratas, liberales, demócratacristianos, conservadores y
    ultraconservadores. Las tensiones propias del proceso secesionista
    pueden romper la histórica coalición CiU y han condenado ya al PSC a
    una posición muy marginal. 
La situación, la incertidumbre y la aceleración de los procesos me
    hacen pensar en que no hay marcha atrás. Hay toda una arquitectura
    de contrapoder ya diseñada y puesta en práctica por activistas que,
    desde movimientos cooperativistas o libertarios, ensayan formas de
    producir alimentos, energía y cuidados de una forma radicalmente
    distinta. Hay una entrada de grupos de izquierda radical en
    ayuntamientos o el propio Parlament, instituciones que, aunque
    consideradas ajenas, se consideran estratégicas porque desde ellas
    se ejerce poder contra las clases populares. Hay la movilización de
    sectores de la sociedad de base cristiana hacia posiciones de
    izquierda (Procés Constituent). Hay un sentimiento bastante
    compartido - y llamamientos - de que ya es hora de crear y
    consolidar un frente popular de izquierdas capaz de disputar y
    derrotar la hegemonía capitalista. Todo esto en un marco de
    descomposición estatal. Y de surgimiento de movimientos alternativos
    a escala mundial. No estoy diciendo que la independencia nos lleve
    necesariamente a un mejor estado de cosas. Estoy describiendo una
    coyuntura. 
Aquí es donde el conocimiento científico y el activismo desarrollado
    por la gente de la lista eco-eco es imprescindible. El Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la UAB consiguió crear un espacio de pensamiento crítico, no sin tensiones
    con los sectores más partidarios de adaptar los ambientólogos y los
    doctores al mercado de trabajo y de investigación. Esto costó mucho
    trabajo de muchas personas, se invirtieron recursos públicos
    recaudados con impuestos para pagar becas y salarios, mucho dióxido
    de carbono. Hemos pasado horas investigando, discutiendo en
    seminarios, publicando artículos y movilizándonos en redes
    crecientes. 
Ahora nuestro conocimiento crítico es imprescindible para responder
    a cuestiones de este tipo, que son las que a mi me gustaría debatir
    aquí para pasar a una fase más sosegada del debate: 
- Cómo (re)adaptaremos los montes a la producción local-regional de
    energía y alimentos? Qué implicaciones tiene esta reconfiguración
    para la conservación de su base productiva y sus recursos
    (biodiversidad, agua)?
- Cómo podemos accelerar la transición del campo a la producción
    agroecológica? Cuantos puestos de trabajo se podrían crear con la
    reducción del input fósil y su sustitución por faena manual? A
    cuánta gente podría alimentar?
- Cuál es el tamaño óptimo de las redes comerciales? Hasta qué
    escala podemos reducir el intercambio de bienes de primera
    necesidad?
- Cuáles son los usos prioritarios de los barriles de petróleo que
    podremos importar en la próxima década?
- Podemos dibujar una combinación óptima de fuentes de energía
    renovables que aseguren la independencia de fuentes externas,
    basándonos en las peculiaridades históricas de cada territorio y la
    historia de los conflictos precedentes que tan bien conocemos? 
- Cómo reconvertimos los polígonos industriales en desuso y cómo
    manejamos el desmantelamiento de la Petroquímica de Tarragona y las
    centrales nucleares de Vandellòs II y Ascó de una forma democrática?
- Cómo hacer que la deconstrucción de urbanizaciones y hoteles
    fantasma genere puestos de trabajo y actividad económica que
    revitalice las comarcas?
- Qué medidas habría que tomar para reducir la entrada (legal e
    ilegal) de mercancías en el puerto de Barcelona y la expansión de la
    economía criminal? 
- Cómo sometemos el cuerpo policial a control popular? Es plausible
    el entrenamiento masivo en métodos de defensa popular no violenta?
- Cómo evitamos la (re)producción de viejas y nuevas
    discriminaciones identitarias? Cómo desarrollamos antídotos contra
    una (posible) deriva estado-nacionalista?
Perdón por el rollo. Va un abrazo fraternal. 
Iago